Hitler adolescente 1889-1903 by Javier Cosnava

Hitler adolescente 1889-1903 by Javier Cosnava

autor:Javier Cosnava [Cosnava, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-01-01T00:00:00+00:00


13.

Alois no había tenido bastante con el traslado a Lambach y, a los pocos meses, estaba preparando un nuevo traslado, esta vez a la ciudad de Leonding, muy cerca de una de las villas más famosas de Austria Hungría: la Lentia de los romanos, la Linz bañada por el río Danubio.

La familia tuvo que volver a liar sus bártulos e iniciar una nueva vida en una nueva ciudad. El padre de familia vendió también su granja de abejas y compró unos terrenos en los alrededores. Según era su costumbre, la finca se hallaba a una media hora a pie de su casa en Leonding, de tal forma que se obligaba todos los días a dar un buen paseo matinal para cuidar de sus pequeñas y aladas amigas. Esta rutina, aparte de los traslados, era otra de las cosas que conseguían tranquilizar un poco el carácter excitable de Alois.

—Gracias a tu tío abuelo Nepomuk pude comprarme mi primera granja de abejas —le explicó un día a Adolf—. Tras su muerte pude obtener el dinero suficiente para cumplir mi sueño. Nepomuk sabía lo importante que era para mí ese mundo ordenado, ese microcosmos de perfección. Le debo mucho a ese hombre.

Cuando hablaba de Nepomuk, Alois tenía la costumbre de acariciar (acaso de forma inconsciente) un pequeño baúl de no más de un palmo de largo que colocaba siempre sobre la chimenea de cuantas casas terminaba habitando la familia. Se trataba de un pequeño cofre finamente labrado y con incrustaciones de alpaca, que se decía que Nepomuk había comprado en un viaje a la India. Aunque estaba cerrado con llave y nadie sabía su contenido, Adolf siempre pensó que allí había algo de suma importancia, al menos para su padre.

Se trataba, en realidad, del veneno que había utilizado para asesinar a Gregor Mendel, y que el propio Nepomuk le consiguiera años atrás. Y es que el anciano Nepomuk, en vida, había sido un tipo con un carácter tan monstruoso que no necesitaba ver ni oír a demonio alguno para ser tanto o más despreciable que Joseph G. o que cualquiera de sus amigos.

—Debió ser un hombre extraordinario mi tío abuelo —dijo Adolf, sin quitar la vista del cofre indio. Decidió que en breve fecha conseguiría la forma de abrirlo y descubriría que se ocultaba su interior—. Me hubiese gustado conocerlo.

—Sí, tú le habrías gustado mucho. Estoy seguro.

Y luego Alois calló abruptamente porque sabía que a Nepomuk solo le caían bien las personas con un carácter egoísta y manipulador, el carácter que había tenido Alois en la época salvaje de los demonios de la mente y que intuía que su hijo Adolf guardaba dentro de sí.

—Veo que adquiriste en la librería de segunda mano aquellos libros que te enseñó la condesa en Villa Hermes.

Adolf había cambiado de tema porque había percibido que su padre se había sumido en uno de sus silencios y que le miraba de una forma extraña. El hombre, al oír el título de la condesa y pensar en aquella Villa



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